viernes, julio 29, 2005

el sueño

Una vez tuve un sueño que recordé. Estaba sólo en mi habitación, escribiendo. Leía lo que escribía al paso, por lo que pensar y escribir se me hacían uno. De repente, en el sueño, recibía un toque divino, un golpe de gracia, una multitud de inspiraciones. Más que cualquier tipo de agolpamiento de sapiencia, emociones, seguridades o reflexiones que hubiera podido imaginar. Empezaba a escribir sin parar, durante horas, meses, años. Cuando terminaba de escribir el relato, en mi sueño, era un viejo. La cara arrugada y las manos temblorosas. Pero estaba lleno de gracia. Había escrito lo que nadie jamás. Había reunido en una cantidad finita de papeles todo lo que pasó y pasará. Había logrado consumar la unión de pasado y futuro, y todos los tiempos y acontecimientos y lugares estaban subsumidos en mi pequeña infinidad de hojas con tinta. Estaba muy contento. Bastante. En realidad, estaba insatisfecho. Faltaba algo. O mejor dicho, a mi Historia le sobraba mucho. Mucho no importante. ¿Quién en su sano juicio querría conocer el recorrido exacto de una oruga venezolana por un jardín algo florido el día 2 de febrero del año 2145? En mi libro, en mi sueño, estaba todo. Entonces empezaba a borrar. A tachar. A tirar hojas enteras. A quemar miles de papeles. Había reducido bastante la pila, sacando lo que sobraba. Al final quedó esto.

AMARO EFTIMIO